jueves, 7 de julio de 2011

Conejito sonriente

Ayer por la tarde, vino a mi cabeza la bella y dulce imagen de un tierno conejito de peluche. Al poco, ya estaba escribiendo este cuento que ahora os voy a relatar. Decir que este cuento, que es el segundo que hago, no es alegre como el primero que hice. Pero ¿acaso los cuentos han de ser siempre alegres?.A veces, la vida puede ser algo injusta.

Aqui sin más, el cuento: Conejito sonriente.

Gracias a Elysa Castro por la ilustración que hizo sobre este cuento (está al final del mismo).




CONEJITO SONRIENTE

Hace años, en una época algo más antigua,  había un conejito de peluche, que adorable estaba sobre el estante, de una antigua tienda de juguetes.
Era un peluche adorable. Apenas medía dos palmos de altura. Tenía largas orejas y coquetos ojillos de negro nácar. Un lacito rosa portaba en su cuello y siempre estaba listo para abrazar. Su pelo era blanco, más blanco que la pura nieve y un tacto suave como la seda.
Conejito, que era así como se llamaba, siempre sonreía. Da igual fuera de día o de noche, hiciera frio o calor, fuera el momento que fuera, Conejito siempre, siempre mostraba su sonrisa.
-¡Clink clink! sonaron las campanillas, de la puerta de entrada a la juguetería.
Entró por la puerta un señor alto, con un bigote grande y poblado. Un abrigo largo de paño gris y un sombrero negro.

-Buenas tardes - dijo el misterioso hombre.
-Buenas tardes caballero- dijo el dueño de la juguetería - ¿Qué se le ofrece?
-Vengo a comprar algo para mi hija pequeña. La verdad es que tengo prisa y no puedo entretenerme mucho, ¿qué podría ofrecerme? - dijo el señor  con desdén, sacudiendo levemente su majestuoso abrigo de paño.
-Déjeme aconsejarle que sea un peluche el regalo elegido. Nunca falla –dijo el dueño con interés- además tengo uno que seguro que será del agrado de su hija- dijo mientras se acercaba al viejo estante de madera, donde estaban los peluches a la venta.

Conejito vio como se acercaba la mano del tendero. Una mano ya vieja y castigada, por los años y duro trabajo. Agarró el peluche con forma de adorable conejito y lo puso sobre el mostrador.

-¿Ve? - dijo el dueño con entusiasmo- Mírelo. ¡Un peluche de calidad!. Costuras bien hechas, tacto suave... ¡y fíjese! hasta un bonito lazo rosa. ¡A su hija le encantará! -dijo el dueño con gesto sonriente, ojos entreabiertos y sonrisa amplia.
- Si si. Está bien - dijo el señor con aspavientos - envuélvalo  y cóbrese.

El dueño de la juguetería, envolvió el peluche delicadamente y le puso un gran lazo rojo al envoltorio. Una vez que el señor pagó por el peluche, éste salio apresurado de la juguetería.

-¡Clink clink! -volvieron a sonar las campanillas de la puerta .- Buena tarde señ.. –dijo el dueño, pero de nada sirvió. El estirado señor, ya había salido por la puerta.

Pasos largos y apresurados eran los del misterioso hombre. Conejito no podía ver nada dentro de su envoltorio. Solo oía voces, murmullo de gente, ruidos, cascos de caballos, sobre fríos adoquines en la calle. Nada podría ver nuestro amiguito Conejito. Solo ruidos y vaivén dentro de su envoltorio.
Al cabo de un buen rato. El vaivén se detuvo. se oían unas voces, que apenas podían distinguirse a través del envoltorio, finamente preparado..
¡Ras! ¡ras! –súbitamente, el envoltorio empezó a rasgarse. Conejito no sabría que  podría haber al otro lado. Unos pequeños deditos, se asomaron entre el envoltorio desmoronándose, hasta que finalmente el envoltorio, dejó paso a la imagen de una niñita, de rubios y rizados cabellos ,atados con sendos lacitos  y una amplia pero pequeña sonrisita.

-¡¡Papá papa!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡es un conejito!!!!!!!!!!!!!- dijo entusiasmada la niñita, cogiendo el peluche con ambas manitas y agitándolo enérgicamente. Conejito, veía todo dar vueltas rápidas, mientras que sus largas orejitas se movían, al son desacompasado y frenético de las manitas, de la pequeña niñita.
- ¡¡Papá!! ¡¡¡gracias!!! - dijo la niñita sonriendo. - Es para ti,  pequeña Julia- dijo el padre sonriente.- Estoy seguro que seréis buenos amigos. Bueno cielo, he de irme. Papá tiene asuntos importantes que atender - dijo el padre de la  pequeña Julia y después de besar su pequeña frente, desapareció tras la gran puerta de madera de la habitación.

La pequeña Julia se sentó en una gran alfombra, cercana a su camita, junto a Conejito. Ella lo sostenía con sus manitas, mientras lo miraba. - Hola señor conejito, yo me llamo Julia y soy una niñita. ¿Quieres que seamos amigos? - dijo Julia con carita sonriente y gesto adorable. Conejito siempre ofrecía su sonrisa, esa sonrisa perpetua e imperecedera de un peluche inanimado.
La pequeña Julia nunca se separaba de su peluchito. Allá donde ella fuera, Conejito, el adorable peluche con forma de conejo, le hacia compañía. Era su amigo, era su confesor de pequeñas fechorías, como aquel día que robó un pequeño trozo de tarta de la cocina, que tan ricamente preparaba la asistenta con buen saber hacer. O aquel día que tirando piedras en el amplio jardín de la mansión, destrozó una de las caras figuras de porcelana que lo adornaban.
También hacia compañía a la pequeña Julia por las noches, cuando, a la luz de un  vetusto candil, velaba por los sueños de la joven niñita, hasta que sus ojillos se cerraban y la oscuridad invadía la estancia de la joven princesita.

Conejito siempre tenia una sonrisa para Julia, incluso cuando lo cogía con las manos sucias de tanto jugar, incluso cuando lo arrastraba por el suelo, incluso cuando le estiraba las orejas, cuando lo zarandeaba contra la pared. Da igual, no importaba. Conejito siempre ofrecería su sonrisa, aunque esa sonrisa, al cabo del tiempo se desgastara.

Pasó un tiempo y Conejito, ya no tenia el mismo aspecto adorable de aquella primera vez. Su pelito ahora estaba muy desgastado. Sus largas orejas arrugadas.
Su lacito rosa en el cuello, ya estaba deshilachado y  en los ojos de nácar de Conejito, se notaba el paso del tiempo y de los arañazos. Pero Julia todavía jugaba con su amigo el señor Conejito como ella lo llamaba.
Un buen día, el padre de Julia regresó a casa con un nuevo regalo.

-¡¡wow!! ¡es adorable y blandito! ¡¡es muy blanditoooo!! ¡bieeeen papá! – dijo sonriente Julia con su nuevo amiguito- ¡¡¡tú serás mi amiguito!!! ¡bieeen!.

La pequeña Julia sonreía. Tenía un nuevo amiguito. Un gran oso de peluche, que su padre le había regalado. El "gigante" señor Oso. Conejito también sonreía. Sonreía cabeza abajo tirado a un lado de la habitación, sucio y desgastado. Sus ojitos de nácar apenas podían reflejar algo. El paso del tiempo y el desgaste sufrido eran ya acusados. Conejito sonreía, en la habitación abandonado.
La pequeña Julia, olvidó al señor Conejito, que ya solo era un mero recuerdo del pasado, del pasado temprano de la pequeña Julia. Pasaron los días y meses. Y las tardes, que antes eran solo propiedad de la pequeña Julia y el señor Conejito, como ella le llamaba, pasaron a ser las tardes de la pequeña Julia y el gran osito.
Una tarde, la asistenta, limpiando la habitación de la pequeña niñita, encontró el  desgastado peluche.

¡Oh vaya! - exclamó dulcemente la asistenta- Aquí está el antiguo peluche de la pequeña Julia. Pobrecito, que sucio está. Lo voy a limpiar. Seguro que así tendrá mejor aspecto - dijo la mujer, que tomando el peluche, salio de la habitación. Cerró la gran puerta de madera.
La asistenta cogió un barreño, lo lleno de agua y jabón y se dispuso a lavar el peluche. Lo hizo con esmero, como solo una buena asistenta podía hacer. Cuando acabó de lavarlo, lo dispuso al Sol para secarlo. Cuando estuvo seco, quitó el viejo lacito rosa y le puso uno  rojo que tenia, en una antigua caja de costura.
En cambio, no encontró repuesto para los ojitos nacarados de Conejito y se quedó con los mismos que ya estaban desgastados.

Pasaron unos meses y Conejito estaba ahora en la habitación de la asistenta. Conejito, seguía preocupado por la pequeña Julia. Hacia ya muchos meses que no la veía, pues no salía, de la habitación de la asistenta. Una sencilla habitación típica, de aquella época. Conejito descansaba sobre un viejo mueble de madera, del cual no se movía, pues no era  costumbre de la asistenta jugar con peluches. Pero aun así, conservó al pequeño conejo de peluche, pensando que tal vez sería de utilidad en algún momento para la pequeña Julia.

Pasaron los meses, un mes detrás de otro y el señor conejito, como le llamaba la pequeña Julia seguía ahí, impasivo y con la siempre e inacabable sonrisa desgastada, a la luz del candil de la habitación. Hasta que un día, apareció la asistenta y lo tomó entre sus manos. Rauda con el peluche, se dirigió a la habitación de la pequeña. Y presta, depositó el peluche en los bracitos de la pequeña Julia.
Conejito se sintió feliz. De nuevo estaba con su amiguita Julia. Pero… algo no marchaba bien. La pequeña Julia estaba muy pálida, sudorosa y su pequeño cuerpecito no dejaba de temblar.
 -Se.. ¿Señor Conejito...? - dijo Julia con un hilo de voz entre una tos interminable.

Julia había enfermado gravemente y estaba tumbada en la cama. El doctor que había  visitado a la pequeña enfermita unos momentos antes, dijo que era una grave enfermedad, que difícilmente podría sanar. Aun así indicó al padre de Julia un medicamento que tal vez  podría funcionar.

- Señor - dijo la asistenta- le he traído a su antiguo peluche. He pensado que seria mejor  reservar el otro más nuevo para más adelante.
-Buena idea - dijo el padre de Julia- Puede retirarse. Yo estaré con ella ahora.

Esa noche, el padre de Julia la pasó a su lado, velando por la pequeña. El señor Conejito hizo lo mismo, siempre sonriente al lado de Julia .

-Yo cuidaré de ti, Julia, no volveremos a separarnos nunca - pensó Conejito mientras con sus ojos nacarados contemplaba el rostro pálido por la enfermedad de la pequeña.

Pasaron las semanas y finalmente, la enfermedad de Julia remitió. El medicamento recomendado por el doctor, funcionó. Cuando Julia se recuperó, salió de la habitación a jugar en el jardín de la mansión con...... el señor Oso. Conejito se quedó sobre la cama, apelotonado sobre las sabanas.

-Recuerde -dijo el padre de Julia a la asistenta - el doctor ha insistido en que, para evitar contagios, hay  que deshacerse, de todo lo que estuvo en contacto con mi pequeña Julia. Sábanas, colchón, almohadas, ropa de dormir.... todo. Recuerde. Todo.

-Si señor, como diga el señor - asintió la asistenta.

Acto seguido, la asistenta entró en la habitación de Julia y recogió todas las sabanas, ropa de dormir y la almohada de la cama – El colchón ya lo moveré con la ayuda de las demás asistentas. – dijo.

En el jardín había un pequeño horno de oscuros ladrillos, con una chimenea, donde se quemaba la hojarasca del jardín, pues grandes árboles, lo adornaban, y tal era la cantidad de hojas que caían, que debían quemarlas.
La asistenta abrió el portón de hierro colado y pintado de negro. ¡ñiaaaaaaaa! sonó chirriosa al abrirse. Acto seguido, echó unos tocones de madera al interior y les prendió fuego. Cuando las llamas eran ya vivas devoradoras de madera, empezó a echar las sabanas, la ropa, la almohada....

Conejito empezó a ver humo, y las sabanas que antes fueron blancas, se ennegrecieron y súbitamente fueron devoradas por las llamas, el crepitar de la madera y el fuego retumbaba en sus  largas orejas. Calor y calor, llamas y llamas que pronto le envolvieron en mortal abrazo.

Humo negro salía por la chimenea...

-La la laaaa... ¡Señor Osito! ¡siempre seremos amigos! - decía la pequeña Julia mientras jugaba en el jardín, ajena a todo. Aunque por un instante, un recuerdo fugaz vino a la mente y un pálpito agitó su pequeño corazón:
-¿Conejito? ¿señor Conejito?- dijo en voz baja la pequeña Julia con ojos abiertos y redondos, como bien podría ser redonda la luna llena. Mientras, el señor Conejito desaparecía inexorable, pasto de voraces llamas.

Pero, ni tan siquiera en ese momento. En ese momento, que su adorable cuerpecito era chamuscado y reducido a la nada, y ese lacito rojo y su adorable pelito blanco, se tornaba negro azabache. Ni tan siquiera así, dejo de sonreír.


-Julia está bien. Ya se recuperó. Soy… feliz. Siempre seremos amiguitos Julia. No importa lo que pase. No importa que ría. No importa que llore. Siempre Julia, yo siempre, siempre sonreiré para ti, siempre… - dijo Conejito  con sus últimas palabras, hasta que, entre las llamas... para siempre y por siempre se perdió.

A la mañana siguiente... solo restos humeantes... solo negro tizón... solo un ojito de nácar deformado, fue testigo mudo, de que una vez, lindo Conejito existió.

Fue eso, todo lo que quedó.

- Siempre sonreiré Julia... siempre para ti…


Fin


Trovando al vacío. 06-07-2011
hora: 21:30 h

Conejito Sonriente. Ilustración de Elysa Castro.

10 comentarios:

  1. Precioso, aunque es muy triste... mi conejito blanco estará siempre junto a mí.

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  2. Lo he leído entero, es entretenido :) Empieza muy tierno y creo que el comportamiento es el típico de un niño pequeño. Pero creo que como todo en la vida, cuando llega algo más nuevo y más bonito, apartamos lo viejo y gastado. Tal vez, nos dé más lástima en momentos como el que describes, con la infancia y la ternura. Pobre conejito, menudo final. Supongo que después de algunas enfermedades, será normal que haya que quitar todo lo posible.
    Interesante y diferente cuento, Trovando :)
    Un beso

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  3. Muchas gracias Natalia :-) me alegro de que te gustará ^_^

    Otro beso para ti :-)

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  4. Muy tierno cuento con un final muy trsite para el conejito
    Pero te felicito te quedo muy bien
    un beso

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  5. Muchas gracias Luna. Otro beso para ti :-)

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  6. Lo bueno es el comienzo, caminar sobre las letras no siempre es facil, lo interesante es hacer de todo poemas, relatos.... Y cuanto más se escribe o se lee, más aprende.

    Un beso y abrazo amigo, sigue así y no dejes nunca de escribir y de aprender.

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  7. Molan tus cuentos y mola poder aportar algo a ellos. Gracias ati! :)

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  8. Muchas gracias Eva. La verdad es que no estoy muy puesto en esto de los cuentos ^^U Pero iré aprendiendo :-). Siempre serán bienvenidos tus consejos. Se que los das de buena fe ^_^

    De nuevo gracias y un gran saludo.

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  9. Elysa, muchas gracias por las ilustraciones. De verdad que me encanta lo que sale de esas manitas que tienes ^_^

    Para mi es todo un honor que hicieras esas ilustraciones para los cuentos que hice.

    Muchas gracias Elysa.

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